Ante la apertura del período de inscripciones de alumnos para el próximo curso escolar, del 30 de enero al 10 de febrero, tanto en la red de escuelas públicas como en la de concertadas, las familias, los alumnos y la misma sociedad están llamados a valorar las enseñanzas de la religión como algo que tiene plena actualidad en el marco de una escuela verdaderamente abierta, plural e integradora de culturas, saberes, aptitudes, valores humanos e inquietudes sociales.
No es nuestra intención polemizar acerca de un tema con frecuencia mal tratado desde el desconocimiento, la discriminación, el enfrentamiento o la manipulación, sino valorar la cultura religiosa cristiana, y la clase de religión, como un derecho a ejercer dentro de un marco legal respetuoso con las opciones de cada familia y cada alumno. Tanto el marco europeo como la Constitución, la Ley Orgánica de Educación y la Ley de la Escuela Pública Vasca garantizan y regulan este derecho.
Planteamos algunas cuestiones que pueden ayudarnos a situar y clarificar diversas corrientes de pensamiento y el nivel de consideración social que ocupa la asignatura de religión como materia de aprendizaje y aportación fundamental a la persona y a los valores interculturales.
¿Tiene actualidad y futuro la clase de religión?
Una mirada a Europa como referente educativo nos revela que sus diversos estamentos (por ejemplo, el Consejo Europeo de la Educación) insisten en la necesidad de la cultura religiosa en las aulas. Así se constata cuando la práctica totalidad de los países de la Comunidad europea incorporan la religión al sistema educativo y mantienen acuerdos con distintas confesiones religiosas, con variadas alternativas.
A nivel más concreto, muchas familias y los mismos alumnos, solicitan la clase de religión en la escuela pública y la concertada no confesional.
Este derecho debe ser respetado, sin coacciones ni manipulaciones, evitando todo tipo de enfrentamientos y campañas que instrumentalizan el ámbito interno de la escuela. Los centros escolares tienen el deber legal de ofertar la clase de religión, desde Educación Infantil, a los tres años, en Primaria y ESO, hasta los dieciocho de Bachillerato. Desgraciadamente la enseñanza religiosa se ve sometida a presiones de diverso tipo y desde diversas instancias con el fin de excluirla del ámbito educativo público o disuadiendo a los padres de apuntar a sus hijos en dicha asignatura, utilizando argumentos poco solventes, muchas veces de marcado carácter ideológico, pero, ante todo, lesionando la libertad de las familias a ejercer un derecho fundamental que les asiste. Las diversas administraciones y los mismos centros educativos tienen el deber de velar para que la legalidad sea respetada y favorecer ante todo la libertad de las familias de elegir la educación conforme a sus convicciones, tal como promulga y sostiene nuestro ordenamiento jurídico fundamental.
¿Qué aporta la clase de religión al alumno y a la escuela?
Digamos en primer lugar que la asignatura de religión es una oportunidad, una opción por una educación de dimensión personal y social que el mensaje cristiano y su cultura ofrecen junto a otros saberes y legítimas opciones, en diálogo con ellos. La escuela, laica o confesional, pública o concertada, está llamada a integrar saberes y valores, conocimientos y aptitudes, a ser inclusiva, en diálogo y convivencia con el mundo de las religiones y sus culturas, a educar en la competencia espiritual, como elementos de una educación integral.
Quisiera recordar a las familias cristianas la importancia de inscribir a sus hijos e hijas en la asignatura de religión. Una auténtica educación significa introducir a la persona en la totalidad de la realidad, de ahí la necesidad de que abarque todas las dimensiones de la persona. A este respecto, la dimensión trascendente y religiosa enriquece enormemente el ámbito educativo. La enseñanza de la religión educa al niño y al joven en una dimensión que le es profundamente connatural, pues el ser humano no sólo es ser racional y social, sino también constitutivamente religioso y trascendente. La educación religiosa contribuye a encontrar respuesta a las preguntas más profundas de nuestra vida y el sentido último de nuestra existencia: de dónde vengo, cuál es el sentido de la vida, qué me cabe esperar, qué significa amar, por qué es preciso perdonar, cuál es el sentido de la enfermedad, qué significa la muerte, cómo construir una sociedad justa y solidaria, enraizada en la verdad y el bien común, que sea acorde a los anhelos profundos del corazón humano.
Además, La enseñanza religiosa favorece enormemente el crecimiento personal y contribuye decisivamente a la edificación de una sociedad y un mundo enraizados en la verdad y el bien, el respeto mutuo y la tolerancia, el amor y el perdón, la solidaridad y la gratuidad, la justicia y la paz, la compasión y la misericordia, en la ayuda a los más necesitados y en la protección y tutela de los débiles. Su contribución es altamente positiva para la humanización de un mundo que se siente tantas veces tentado por el afán de tener, del dominio y del poder, que genera sufrimiento e injusticias.
Así mismo, nos ayuda a valorar nuestra cultura, de profundas raíces cristianas, y a hacernos partícipes de un legado que ha configurado nuestra nuestro modo de ser, tanto a nivel personal como social, y ha constituido uno de los fundamentos de nuestra civilización, que resulta difícilmente inteligible sin la referencia al cristianismo.
Estas y otras muchas razones deben orientar y animar a los padres cristianos a inscribir a sus hijos en la clase de Religión. Con todo mi afecto para alumnos, familias y comunidad educativa.
+ Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao
Presentación pps sobre campaña de matriculación aquí
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